No me caracterizo por ser alguien fácilmente accesible a través de mensajes. Tiendo a dejar el celular en silencio porque el agudo tono cada vez que me llega un mensaje hace que eche humo por las orejas.
Desearía poder silenciar todas las notificaciones de mis contactos (lo siento mamá, papá y todas las personas que me importan, pero comunicarme con ustedes me da muchísima ansiedad). Obviamente, eso no es posible. Sin embargo, silencio las cadenas de mensajes con más de tres personas y eludo por completo los grupos familiares. Es un gesto pequeño, pero retirarme de esas conversaciones grupales me tranquiliza, incluso aunque a veces me sienta excluida y sola, por no hablar del sentimiento de culpa por hacer sentir a mi familia que son una molestia. He descubierto que ignorar a mi familia por mi propia salud mental puede ser terapéutico. Los teléfonos inteligentes parecen estar causando más problemas que beneficios: estos dispositivos han abierto un universo de nuevas opciones para que la gente (y no solo nuestra familia) nos moleste. Un estudio de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) de 2017 reveló que comprobar constantemente los emails y los mensajes de texto contribuye significativamente a nuestros niveles de estrés.
"Relaciones móviles"
A veces es posible ignorar mensajes del trabajo, pero no puedes tomarte la licencia de hacer un descanso a la hora de escribirte con tu familia. En un artículo para Psychology Today de 2014, la psicóloga social Theresa DiDonato, de la Universidad Loyola Maryland, EE.UU., escribió que mandar mensajes constantemente puede crear "un ciclo de mantenimiento de relación móvil", según el cual "los individuos sienten una dependencia excesiva" que puede llegar a violar tu sentido deprivacidad y autonomía. El acto inocuo de enviar mensajes de texto puede, por lo tanto, tensar los lazos estrechos entre los seres queridos e incluso crear sentimientos de resentimiento hacia personas probablemente bienintencionadas, pero que desconocen el costo que una comunicación excesiva puede tener en tu psicología. Si mandar mensajes "comienza a resultarte frustrante o estresante, o si te sientes saturada o atrapada por ello, es un buen indicador de que necesitas poner límites", me dijo Dana Gionta, una psicóloga clínica en Connecticut, EE.UU., coatura junto a Dan Guerra de From Stressed to Centered (2015), que podría traducirse en español como "de estresado a centrado". Para la mayoría de la gente, dice ella, un aluvión de mensajes de texto lleva a una inoportuna -e incluso molesta- distracción. Eso se aplicaría a los mensajes de cualquier persona, pero los de la familia son especialmente molestos porque van unidos a un sentimiento de obligación. La presión de responder a un miembro de la familia puede pesar sobre ti mientras tratas de ejecutar otras tareas.
Declaraciones asertivas
El resultado es lo que Mark Dombeck, un psicólogo de California que ha escrito ampliamente sobre establecer límites y comportamientos asertivos (en lugar de agresivos), llama una "carga cognitiva" que puede ser difícil de asumir en medio de otras responsabilidades. Sin embargo, tu responsabilidad hacia la familia es, inevitablemente, vista como más urgente y te pesará más que cualquier otra. "Las relaciones familiares son importantes para la mayoría de la gente y son una motivación a la hora de seguir protocolos sociales y responder cuando se requiere, lo cual crea una sensación de presión que podría no existir en una relación con un extraño", señala. Hay maneras amables de abordar el tema de los mensajes de texto sin ofender a tu familia. Puede que tengas razón en sentirte irritado si usan el chat como si fuera una invitación a la comunicación constante, pero es vital que no reacciones o respondas cuando estés molesto o enojado. "Cuando la gente entra en nuestro territorio y son poco respetuosos, tienes derecho a defenderte", explica Dombeck. "No a atacarles, sino a defenderte". Lo que debes hacer, explica, es una declaración asertiva. La aserción es "la piedra angular, el punto de equilibrio" entre la agresión y la pasividad. Pero al contrario que la agresión, la aserción no proviene de un lugar hostil.
Lidiar con la culpa
Confrontar el problema es, probablemente, la parte más sencilla de este escenario. Es la reacción y la culpa lo que nos afecta más a nivel emocional. De hecho, la idea de lidiar con la respuesta de tu familia puede bastar para que abordes este frustrante problema. "La realidad es que la mayoría de la gente solo conoce la agresión y la pasividad, y piensan que cualquier cosa que no sea pasiva es agresiva", dice Dombeck. "Al hacer esto estás tomando una decisión: ¿estás haciendo lo necesario para mantener tu paz mental, lo cual podría significar distanciarte de algunas personas de la familia? Todo lo que estás haciendo es decir que te niegas a ser abusado. Otra gente no lo ve de esa forma. Pero tú tienes que estar dispuesto a defender tu posición". Aunque no podemos controlar o predecir cómo reaccionarán los demás a nuestras acciones, dice Gionta, podemos controlar "cómo nos expresamos y el nivel de consideración y respeto que usamos". Mientras expongas tu parte con calma y amabilidad, no deberías sentirte en deuda con alguien que te hace sentir culpable o te obliga a participar en cadenas de mensajes que te producen estrés. También deberías sentirte capacitado para ignorar por completo las respuestas tóxicas.
